Sunday, May 30, 2004

Nunca Más En Salamanca

I

Cuando tienes 17 y te das cuenta de que el Viejo Pascuero no existe no es tan importante irse a pasar la pascua a Salamanca. Eso pensaba Bastian a sus 17 años, con su cabello negro, sonrisa caballuna, tez blanca y look perno. Camisas cuadrillé, libros neonazis y cara de nada. Ese era su estilo de vida: jamás una foto por messenger, nunca una salida nocturna, ni pensar en ir a una fiesta y encontrarse con esos huecos que lo atormentaban cada recreo, cada segundo, cada instante en el colegio.
Por eso el viaje con sus hermanos y sus padres había tomado cierto saborcillo suicida. Nada mas desagradable que las comidas familiares con esos tíos con sudor a pisco, los pendejos hiperkineticos de tus primos y esas gordas teñidas de reflexiones “Readest Digest” que se hacían llamar tías. Pero eso tenia su encanto: si querían matarlo, tenían que hacerlo luego, y esto era parte de la tortura de vivir. En ese acto de asistir totalmente entregado al martirio, gritaba un motivo mas para que Dios se apiadase y decidiera matarlo víctima de un disparo camino a comprar bebida. Total, Maipu siempre aparece en las noticias. El solo sería una breve en un diario como parte de la “violencia callejera”, que se volvería parte de un milagro interno y silencioso. Radicalmente inexplicable. La vida realmente no tiene sentido cuando no tienes peinado.

-La vida esta reservada para los ganadores - Pensaba deprimido en silencio junto a la foto de Kurt Cobain pegada en su pieza, solo iluminado por la luz azulosa del noticiero matinal y las primeras luces del día

Diciembre 23. Salieron de casa a las nueve de la mañana. El camino sería algo largo y la banda sonora de Mazapan, colocada en la radio del auto sería su karma personal. Pero Bastian se lo tomo con calma: el escenario de seguro le regalaría una historia. Los paisajes no te exigen que les cuentes tus depresiones, tu soledad, tu virginidad labial. Solo relatan cosas, como los viñedos infinitos o los peajes solitarios. El sol es verde y esta lleno de campos amarillos.

-Estas confundido por que te quieres olvidar del mundo. Y por que el mundo se olvido de ti. - Se dijo en voz baja mientras observaba como se iban las líneas por la carretera.

Mamá se ve como siempre, con su pelo liso y desordenado. Con sus traumas de taller espiritual y ojos tristes. Papá maneja el auto y de vez en cuando tiene ganas de decir algo, pero no hay mucho tema: solo anécdotas de su trabajo de cajero en Servipag, chistes de los colegas, niños que lloran en la fila. Una vida emocionante.
Su hermano de 13 mira por la ventana y tiene ganas de fumar. Pero no puede: mamí esta cerca y si sabe te mata. Nada mejor que jugar Tetris, en vez de amargarse como el huevon de tu hermano, que es tan patético, tan imbécil, que le sonríe a las vacas, que jamás ha atinado con ni una sola mina.

-Es mas ahueonao el profe de religión, lo deberían hechar, si no me sirve de na´ esa huea, me cagó el viejo culiao-
-Uuy, que estas grosero Andres, no quiero groserías en la casa de tu abuelita ¿me escuchaste? ¿me escuchaste?
-Si, ooh, si no voy a decir na´-

Sacan el Cassette infernal, la pequeña se duerme. El universo es gigante y ellos son solo 5 puntos que viajan en una lata. Ya van cinco horas de viaje entre las microsiestas, silencios rotos por suspiros, diálogos sobre la nada y La Tercera manoseada una y otra vez. ¿Alguna historia? ¿algo digno que contar?. Nada, solo falta poco para llegar y en las radios regionales solo mandan saludos de navidad entremezclados con comerciales de bazares. No se han detenido. No se han conversado. No se han mirado a la cara mas de 6 segundos. Y no lo van a hacer, por que sería entregarse ese amor que se promete en las reuniones de apoderados de colegios de curas y eso desestabilizaría todo el sistema familiar, por que se odian tanto que viven juntos, se quieren y se dan abrazos de vez en cuando. Y saben que lo que se promete es imposible. Por que saben que son una mierda, pero una mierda decente. No como esos vecinos que tienen hijos que matan gatos, elevan volantines y juegan descalzos en el pasaje. Esos rotos que jamás jugaron con los niños y que nunca van a recibir la educación (y la sobreprotección) sobre que los Lillo Martinez les brindaron a sus hijos. Esos que se sienten anormales por que sus viejos aun no se separan como los de sus amigos.

-No quiero que vuelvas a meterte con ese niñito -
-.... - Andres apretó los dientes miro por la ventana el Servicentro y no respondió. Solo levanto el dedo en silencio.

De pronto doblaron y entraron entre los cerros. Valles con arboles semisecos y la leve idea de que el mar estaba cerca los acompañaron. Bastían tarareaba un tema de Pearl Jam, la niña gritaba en los brazos de mamá pidiendo Coca-Cola y Andres le preguntaba a su viejo cuanto faltaba.
Cables de alta tensión, polvo por doquier y una pequeña plaza recibieron al auto. Pueblo: olor a madera, chicos vestidos con harapos, viejos que caminan a la nada con sombreros de paja, taca-taca vacío que espera a la “taquilla” del lugar. Y la botillería Lillo, que se veía a lo lejos con su cartel amarillo verde, los afiches de minas semi en pelotas y la vieja morena, de pelo tomado y rostro ajado que mirando un calendario viejo espera a sus clientes de siempre. Y a sus invitados de navidad.

-Mis niñitos, que están grandes - Dijo la viuda al observar el auto.

De pronto aparecieron todos: primos, primas, tíos, vecinos y abuela. Todos saludandose, todos besuqueándose y diciéndose “¿como has estado?” “uuuy que linda esta la Rocío” “quedense harto ya...” “¿como esta mi compadre?” repitiendo una y otra vez las mismas frases. Daban las seis de la tarde y los paquetes se aplastaban en la maleta del auto. Era hora de sacar a los pequeños. Nadie quiere acabar con la ilusión de Santa Claus.

Bastian ingreso por la puerta de la botillería con las maletas camino a la pieza destinada especialmente para su estadía. Los niños se fueron a jugar y a conversar. Lo único que le llamo la atención en el cuadro desolador de los familiares fue el pálido rostro de su prima Antonia que observaba desde la ventana el encuentro. En aquel instante la imagen lo inquieto: ya no se veía tan huasa, tan Carmela, tan fome. Tampoco estaba hecha Shirley Manson, fantasia de los chicos del colegio que estaban colgados al cable y que se conectan a internet en la noche cuando la tarifa es mas barata. Solo había perdido ese halo de inocencia que la rodeaba. O por lo menos eso parecía. Era cosa de cruzarla en el pasillo de la casa y aclarar el misterio. Escucho la voz del Rafa Araneda y abrió una puerta. La encontró tirada en la cama y le movio las cejas

-Hola tu- Se levantó cuatro segundos, sonrío dos y en uno volvió a su lecho
-Hola, tantos años-
-Si po, nunca vienen-
-no habíamos tenido tiempo, y que estas haciendo?-
-viendo tele, ¿hay visto a mi mamí?-
-¿a la abueli? Esta conversando con mi viejo- dijo Bastían, como interesado
-¿que vai a hacer mas tarde?-
-no se, no hay nada que hacer-
-no pos, no hay nada que hacer-

Salio de la pieza y creyó ver todo en llamas, pero solo fue una ilusión de esas provocadas por el aburrimiento. Miro su reloj y calculó lanzado en un sofa viejo cuanto se demoraba es hacer estallar pequeñas burbujas de saliva. Perdia el tiempo. Estaba esperando nada. Decidio ir a sentarse a atender en la botillería a observar si alguna historia pasaba frente a sus ojos.
Se sentó frente a un afiche de cerveza gigante que colgaba mostrando curvas y carne. La chica en la foto era alta, de buenas tetas y de seguro le gustaba, pero no se lo permitía: sus textos de cabecera (comprados en un local de un viejo amigable en el Persa Bio-Bio) hablaban de razas inferiores y superiores, pero al mirarse al espejo, algo deprimido olvidaba los dogmas, por que sabia que esas frases tambien lo condenaban a una cámara de gas. A cientos de kilometros de un computador para conectarse a la comunidad que le otorgaba "enseñanzas" esperando un nuevo reich se permitio el gusto de disfrutar la imagen y calentarse un rato. Se sentía algo miserable, pero no importaba, por que todos sus actos le hacian sentir igual.
Miraba un refrigerador verde, las botellas de whiskey caro que hacian equilibrio en un estante, los dulces y las papas fritas, la tele portatil y el meson rojo, cuando de pronto un viejo semiborracho, de bigotes canosos y mejillas regordetas lo saludo, dejandolo paralizado, sin respirar, con algo de miedo y desidia por encontrarse lidiando con seres de tal aspecto

- Guenas..aafmm...eeh...¿la señora Victoria?-
- Espereme un po... - respondio Bastían cuando su abuela ingresó

El Chano era como esas leyendas de pueblo, alcoholico y abandonado por sus hijos se gano el cariño de la gente que no le conoce el prontuario, pero sabe que terminó así por algo raro. Por eso era poco menos un emblema. Caminando en las calles solo, la gente lo protegía y le permitía sus sandeces, como orinar en los patios o alojarse en la puerta de la iglesia. Roto, viejo, sucio, pero inofensivo por los años. El Chano no era un peligro, era un estandarte regional. Y nadie sabía por que.

- Chano, ¿como le va? - Le dijo la viuda
- Aqui pues, oiga, le vengo a devolver los 300 pesos, las cuentas claras conservan la amistad-
- Era hora, era hora, oiga y ¿donde va a pasar las pascuas? -
- No se señora, esas cosas no se me pasan en la cabeza -

Ya daban las 8 de la noche y todos avanzaban por la casa como zombies. Decidieron ir en grupo a tomar aire a la plaza, pero era tan chica que no tenia gracia. Los mas pequeños fueron a los juegos, que siempre eran los mismos y que generalmente se tragaban las fichas. Pero como ya era costumbre, se volvía parte del encanto. Bastían no fue con la familia. Se quedo con la abuela mirando un programa familiar en el 13.

- Uuuy mira ese hombre por Dios - Pronuncio la veterana Victoria al ver una escena del archivo de Video Loco
- No se abueli, pero no es pa tanto, si usted tuviera cable.. -
- Aah, no, en esa cuestion dan puras peliculas pornográficas-
- No abuelita, tampoco es pa tanto - Bastían se quedo en silencio resignado frente a la edad. No había nada que discutir y si hacía era solo para aplacar el silencio que se había tomado ese hogar avejentado y latero que lo tenía condenado a ver las luces de una pantalla que emitía la sonrisa de Javiera Contador.
De pronto salio al patio trasero seducido por el olor a helado descompuesto en el freezer. Lo rodeaba un parron de uvas y el sonido de un asado en una casa cercana. Miro hacia la casa y quizo entrar, pero no pudo. Pensó en Santiago, pensó en sus 17 años hechos nada. En su familia que se divertía con la simpleza de una plaza llena de gente. Se inmagino como sería estar dentro de la comisaría del pueblo. Entro al hogar y se lanzó sobre una cama llena de ropa sin planchar. En aquel instante, Bastían se quedo dormido mordisqueando una polera vieja. El día había terminado sin nada nuevo que contar.

II

Antonia entró por la puerta y no saludo a nadie mientras los Inquilinos Express tomaban desayuno. Las luces del arbol estaban prendidas a plena luz de la mañana y a Bastían se le hacia potencialmente molesta la imagen. Quiso terminar con eso, sacar violentamente el cable, pero el animo simplemente no le dio. Al terminar un café con leche (que inexplicablemente estaba caliente, como nunca antes se lo habían servido en Santiago a esas horas) se levantó y al no tener nada que hacer se sintío vacío. La tele prendida de fondo podía ser la protagonista de la peor de las pesadillas.

- Hay que decirle a todos los niños que esta noche no se apenen si el viejito pascuero no les trae regalos, por que tal vez se le olvidaron y la próxima navidad se va a acordar ¿cierto Patito? -

III

A las siete de la tarde en el día de Noche Buena es un poco complicado hacer un resumen de las horas. Es como año nuevo: la noche se transforma en una especie de jornada iluminada por la ansiedad y la comida, por las conversaciones sobre los temas conversados mil veces, por el sabor del pavo inyectado con Whiskey de tercera. Todo eso se preparaba en el hogar de la Señora Alvarado, viuda de Lillo y abuela de 15 nietos. Entre ellos el Neonazi de Bastían y la depresiva de la Antonia. Que se habían acompañado toda la tarde esperando nada.
Bastían nunca había dado un beso. Esta vez tampoco sería la primera como muchos hubieran pensado si comenzaba con esa frase el parrafo. No, por favor. La Antonia se había colocado puta. Pero su abuelita (que hacía de madre) ni lo sospechaba. Esa carita inocente había cambiado de aire por noches en el galpon del colegio tirando con un millar de tipos que se peleaban por manosearla.

- Huasos calientes - pensó Bastian al escuchar los relatos de su prima. Mientras miraba a su alrededor y se daba cuenta que él, no tenia nada que contar.

En un instante todos comenzaron a salir del baño. La abuela tenia aroma a perfume barato y el pelo mojado se entremezclaba con el sudor vaporiento del baño. La casa tomaba un color anaranjado y los hombres estaban sentados en la mesa. El padre de Bastían vestía en un traje de cuero negro y su pelo sobre los hombres, le daba un aire trivial a su trabajo en esa caja gris donde cobrabra cuentas. Todo era familiar, pero café. Era como un capitulo viejo de Los Venegas. En la mesa Vino Gato Negro en caja, al lado de las Papas mayo.. Nadie quería decir muchas cosas, pero se hablaba demasiado.
Bastían sintio que algo se iba a cortar. Las fichas del juego de su vida se habian acabado, ¿matarse la noche de navidad? ¿para que?. Tampoco tenia mucho sentido eliminarse, era ir camino al olvido. A ser recordado por nadie. A un funeral con un cura semienojado por su cobardía y a sus familiares llorandolo de por vida. La soledad es así.
Cerrada la botillería, la abuela miro un retrato del hombre que la volvio viuda. Se llamaba Manuel y habia sido sargento en el ejercito. Algo tenia en el rostro que le recordo a su nieta. Tal vez serian los ojos perdidos, el semblante apagado y un tono de voz medianamente soportable. Fue y se sento a la mesa, comenzo a comer lentamente.
En aquel instante e inesperadamente sonó la puerta de casa. Alguien tocaba fuertemente, como necesitando algo. El destino se hizo el sordo por algunos momentos, hasta que tuvo que asumir lo que pasaba. Tras la puerta un desastrado personaje golpeaba la puerta. Era la noche de Navidad. Nadie queria perder la intimidad virtual que habia logrado esa jornada en los corazones de los Lillo. Cuando todos se vieron sentados, como en una mesa de Te Club, se miraron a los ojos y decidieron, como si antes todo estuviera plantificado, que Bastian fuera a la puerta.

- Mijito, estan tocando, ¿puede ir a ver? – Le dijo la abuela.
- Hace frio, colocate parka – Le asevero su madre
- ¿Te acompaño? – Pregunto su prima
- ¿Tienes miedo? – le dijo su hermano
- Anda hijo, hazle caso a tu abuela – Le reprocho su padre
- Si quieren voy yo – dijo un tio
- ¿El viejito? – Menciono la pequeña Rocio
- No hagan nada – Pronuncio Bastian.

Caminó por el pasillo al salir de la cocina comedor. Cada uno de sus pasos fue marcado por las risas de fondo. No se dio cuenta como estaba alargando su destino. El retrato de su abuelo, colocado sobre un mueble cafesoso le hacia ver mejor las cosas. Ahora, en medio de la noche de navidad iba a abrir la puerta a algo que no conocia. Se habia inventado una película de terror. No sentia nada, y sabia que tras el portico no se encontraba Santa Claus, a pesar de que creia verlo en el horizonte de la niñez. Sus labios tarareaban canciones que no recordaban de que eran, el naranjo de la casa, se transformo en un color azulado que le recordaba la imagen de su padre en calzoncillos, mirando televisión con una cerveza en mano. Sonriendole al Kike Morande. Recordó esa vez cuando la Antonia fue a casa en vacaciones de invierno y vio a su padre corretiendola, mientras su madre dormia, y el, encerrado en un closet, lloraba de miedo, por ella, por su papá, por su familia, por las confianzas quebrantadas, las perversiones oscuras, la perfección acabada en medio de la pesadilla. Buscando el amanecer, entre los zapatos llenos de arañas, mirando la correa que buscaba el traste de su prima. Observando a esos seres reprimidos, que con la pantalla iluminada hacían realidad sus peores pesadillas, sus deseos de morir, de acabar con el circuito, de terminar con el cuento de Hadas. Deseo esa noche, por primera vez en su vida, que la bomba atómica, que tanto temía a veces al leer los relatos de la segunda guerra mundial, donde Hitler y sus camaradas imponían el proyecto en el cual tenia fe, cayera y los transformara en polvo.
Se sentia un poco enfermo al ver el color del lugar, el recuerdo se le hizo mas presente, como un nuevo renacer. Llego hasta la puerta. Que casi se iba abajo.
Al tocar la manija, el calor se esparció en su cuerpo, contagiándose de sus viejos miedos. Al abrir se encontró con la imagen patética del anciano adicto a la bebida con el que se había topado en la botillería de su abuela. Lo miro a los ojos, lo encontró un poco mas sucio, un poco mas triste, pero a su vez, mas agresivo. Con intenciones en la cara, que su adolescencia no podia descubrir.

- ¿Tiene un pedazo de pan? – Le dijo el Chano, patéticamente, como si estuviera lamentandose de algo.
- Vamos a ver…acompañeme -

En ese instante caminaron juntos por el pasillo y sintio en el aire el hedor a alcohol del viejo. Cuando de pronto la respiración profunda de este se detuvo, toda la cinta, toda la imagen, se detuvo en el aire. El mueble estaba contra el y el cuerpo del vejete. Las luces halogenas cercanas a la cocina tiñeron todo de un color posta central. Su cuerpo comenzo a temblar.
Quiso gritar pero no pudo. Quiso llorar, pero no pudo. Era una trampa, la peor de las trampas. Era vejar por vejar. Era el miedo, el dolor, la espalda, el torax comprimido, la dignidad, la humillación, la soledad, la mentira, la debilidad. Eran todas esas charlas sobre Bukowski en el cuerpo, todos los cuentos prohibidos, era el final. Se apagaba la existencia en medio del destino. Renunciaba a la vida, se encausaba en el trauma, todo un viaje para terminar acabado.
Forcejeando la fuerza Sintió como la bestia bajaba su bragueta. Miro en el reflejo del cuadro de su abuelo sus ojos tristes y la horrible sonrisa del Chano. Un pequeño temblor en el cuerpo. La mente en blanco. El lamento silencioso. El dolor, el escape, la luz.
Bastian solo tenia una cosa al interior de su mente: Nunca mas en Salamanca. Nunca mas es navidad. Su vida se habia desmantelado para siempre.

1 comment:

catalina said...

Al parecer este blog esta un poco abandonado (por las fechas del los comentarios) por lo tanto no se si leerás este cometario :)
En fin, me gusto la historia, sobre todo el final, me tomo de sorpresa.
Muy buen trabajo :D
cuidate