Acabo de ver el sol en retirada bajo la montaña. Avanzo por la ciudad en micro. Atravesando cientos de calles desde Escuela Militar al 23 de la Florida con el dulce sabor de los labios de mi chica rebotando en mis entrañas. Todo reunido en un nuevo y viejo fin de año.
Las primeras avenidas se ven modernas y lujosas. El Ritz-Carlton se empina elegante frente a los edificios de cristal. Me siento en el primer mundo, todos los jardines son preciosos y elegantes. Un Neón de Heineken ilumina mis pupilas. Suena con Repeat en mi subconciente “It´s My Life”. Un Cover de No Doubt. El aire cálido toma por completo el ambiente. La vida se vuelve un VideoClip de la MTV Brasil.
Cuando llego a Macul veo frente a los colegios fastuosos trajes de gala. No hay nada mas triste que el graciosito del curso vestido de hombre. No se ve elegante. No se ve adulto. Es como un acomodador de autos actuando de Yuppie en una teleserie del Siete. Una tienda de sillas de mimbre desvía mi mirada. Pareciera que nadie jamás ha entrado a ese lugar.
En una parada una pareja se abraza y llora. De fondo veo un asalto a una botillería.
La gente esta en silencio esperando nada. El olor a perfume viejo revuelve mi estomago. La municipalidad, los supermercados Líder y los restaurantes de Comida China adornan el paisaje desolado a medio iluminar, en esta tarde de reloj adelantado que abusa de si misma y de la luz artificial.
De pronto por la ventana se ve un carro nupcial. Blanco y con cinta parece un regalo de AFP. La novia sonríe y el chofer también. Ella conversa nerviosa, el le responde idioteces.
Las luces del Blockbuster me recuerdan a los multicines. Las publicidades de los paraderos me muestran esas cosas que jamás podré tener, pero aun no se por que me siento bien. Aunque el cielo azul se apague, aunque el olor a panadería me recuerde a casa.
Somos solo puntos en el universo viajando en una lata con ruedas.
A lento paso sigue su rumbo el micrero. Un piano suena de fondo. Una puerta se abre. Una vida se cierra. Una adolescente frente a mi sonríe de vez en cuando y devela que esta noche verá al “Bryan y al Jote” en la borrachera de turno. Mi ex colegio se empina. Frente a el, una estación de servicio. Está vacío. Como siempre.
Un viejo gimnasio abandonado con un parque mal mantenido de fondo y una publicidad de cerveza gigante pintada de blanco demarcan la frontera comunal.
Esto es La Florida. El lápiz con que escribo acaba su tinta.
La ciudad sigue su marcha. Las ferias libres preparan su jornada de mañana, un camión repleto de melones es la clara evidencia.
El zanjón de la aguada, los edificios color pastel, la cara de Sergio Lagos a tamaño industrial y una señora que ha rechazado cinco ofrecimientos de asiento incrementa mis dudas.
Una niña aplaude y canta en el paradero 14. Una gorda con un ying-yang tatuado en el brazo habla con su novio a mi lado.
Pasamos villas de casas fotocopiadas. Iguales una a la otra. La luz roja nos detiene mientras observo los infinitos focos de luz que indican el camino a casa. Me siento en una carretera interestelar viajando en una suerte de DeLorean amarillo.
Paso un colegio de potenciales delincuentes y observo con impunidad voyeurista la casa de una ex no-novia. Cuento los minutos. Mi sangre quiere salir de mí. Ansiedad. Quiero mi cama. Quiero un telefono. Quiero besos, Abrazos, Caricias, Televisión y un Yoghurt. Nada como volver a los nueve años.
Un Essomarket indica el tramo final. En un camión de completos emiten las noticias del 13 con rayas grisáceas. Veo un Pub; de esos que jamás creerías que son Pubs a las 4 de la tarde. Frente a el un perro orina.
De pronto el ultimo megamercado.. El arco de McDonalds me muestra la victoria. He llegado a casa. Pienso en mi, pienso en mi novia, pienso en la tele. Puedo mentirme y pensar en que todo esto solo Rock And Roll.
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