La mañana del 24 de Diciembre, Pablo Agustín Salas Aguilera despertaba en su cubrecama color azul, bañado por el reflejo de la luz en su ventana y el olor de un perfume femenino en el cuerpo. Se levantó de su lecho y abrió La puerta de lo que alguna vez fue la pieza de servicio, donde había descansado con la pantalla del computador prendido y que ahora servia como su habitación, su refugio secreto, su bunker alejado de la bulla de su madre, que se encontraba limpiando platos en la cocina.
Con 20 años no había nada que lamentar las primeras horas del día, su desayuno compuesto de galletas y leche con plátano, su ropa planchada y con olor a Soft, el Shampoo anticaspa de su ducha matinal, su cuerpo esbelto, sus maneras sueltas, su voz elevada, la vida por delante, y un par de ojos de niño perdido le otorgaban la ventaja de quien sabe ganar. Se colocó el Discman, sintió el aroma del Hillfiger en el cuerpo y pronuncio un “vuelvo” mientras su hermana pasaba la aspiradora por el departamento que daba a Plaza Italia. Exactamente hacia la estatua de O´Higgins y su caballo.
Cuando salio sintió un leve olor a gas en las escaleras polvorientas, despreocupado miro su reloj Swatch regalado por papá el Cumpleaños pasado y sacudió un poco su camisa negra Basement. Sonaba Placebo de fondo mientras el centro de la ciudad se tornaba gris por las nubes coquetas que abrían y cerraban el sol esa mañana. El puente Pío Nono, la facultad de Derecho de la Chile y el Parque Bustamante, saludaban sus pasos de niño de mundo.
De pronto, suspiro y se dio cuenta de lo que vendría: pensar en donde pasaría la navidad. Un debate de Papi y Mami. Un problema de padres separados. Luego se discutió el año nuevo, que de seguro iba a ser lejos de cualquiera de sus parientes. Luego de pasar por el Café Works, Coloco Stop en el disco que sonaba y miró si tenía alguna llamada perdida en su Móvil. Se detuvo un segundo, pero en realidad, nada importaba: “Hoy es Noche Buena y Mañana Navidad”, tarareo sonriendo, olvidando las penas.
En vista que no tenía nada que hacer, perdido frente a la Biblioteca Nacional, tomo el Celular y marcó el numero de Sandra Esa amiga de siempre, que no era tan bonita, que no tenía tanta plata, pero que vivía sola y le parecía terriblemente calentante para tirarsela. Esa idea de mujer madura de 20. Ese concepto de hacerlo con la vecina. Hace tiempo deseaba poseerla. En realidad, quería poseer a todas las mujeres que se le cruzaban y no le importaba nada: era un animal sexual, una bestia en la cama, un tipo deseado, todas querían pasar con el la noche; Según el, claro.
- Nos juntamos a las 13 en Las Rejas. Te Espero – Le susurro al teléfono.
- Te veo – Le respondió Sandra con la voz semiexitada. Era una “puta de mierda” como diría mi hermano.
Al llegar a la estación, entrecruzaron sus miradas y se abrazaron como nunca. Pablo en silencio observo sus pezones, que se encontraban duros. La cosa iba como estaba pactada con el infinito.
- A nadie le hace mal una cachita antes de la pascua – se dijo así mismo, sacando bien de adentro el alma C4 y dejando por el piso su concepto ABC1.
Se tomaron de la mano y subieron al departamento, donde encontraron el colchón en el piso. Se abalanzaron sobre el y sintieron sus sudores, sus olores y sus cuerpos. Se sacaron de encima los tejidos que llevaban y a piel descubierta comenzaron a tocarse. Anularon el frio jugando con sus brazos, mezclando sus piernas, mirándose a los ojos. Cuando llego el momento de comenzar a unir sus genitales, que esperaban pegarse en ese mundo monocromo y sin valores. En ese instante, Pablo decodifico en su cabeza.
- ¿Dónde Chuchas hay un Condon? –
Masturbada por nuestro amigo Pablo, Sandra lo miró algo descolocada. La bestia se alejo por el pasillo buscando su mochila, con una erección que rozaba el aire condimentado con olor a pitos apagados hace pocas horas. Desesperado y caliente, encontro el maldito bolsillo donde siempre guardaba los forros.
No encontró nada.
- ¿Lo podemos dejar para otro día?
- Andate a la chucha
- ¿Cómo que andate a la chucha, perra culia? – Retumbo la voz cantante de Pablo en el piso.
Pablo salio elevado por la rabia del edificio. Despertó a un mendigo que estaba a su lado con su paso acelerado. Detestaba a las mujeres de un momento a otro. Como si todas las del planeta lo hubieran rechazado. Eso le llevo a tomar por descuido la primera micro que encontró en su camino, de la cual se tuvo que bajar en una esquina cercana.
Apretando los dientes decidió retomar su camino lanzando las monedas dentro de un malogrado cobrador automático. Enfurecido tomo su discman, al sentar sus nalgas en el primer asiento y darse cuenta que había dejado los calzoncillos en ese departamento fetido a faso de tercera. En ese instante coloco un tema de Babasonicos. Respiro un segundo. Decidio volver a casa y tomar whiskey con valium para relajar su tension. Cruzo nuevamente la ciudad y volvio al Kilometro Cero de su vida: la puerta del edificio. Al tocar la puerta, donde solo se movían unas guirnaldas al hacer ruido hizo un rapido flash en medio de su agenda neuronal. Sintió la sombra helada de ese lugar, donde vivian jubilados y viudas solitarias. Link.
- Pablo, me voy al sur con tus hermanas, si quieres te vas conmigo –
Eran las 4 de la tarde. Llaves no habían. Regalos tampoco. Mamá no estaba. Estaba solo.
Decidio subir a la azotea del edificio a mirar su obsoleto mundo de edificios grises, al observar la ciudad escarbo en sus bolsillos y encontró 100 pesos. En aquel momento se encontro con el milagro: Papá, el gerente, el jefe, el amigo que lo hecho de casa, el conservador que engañaba a su segunda mujer y que le pegaba a su primera. Papá, con su terno en su oficina, con el logo de la compañía de fondo. Papá. Su Papá. Su unico Papá. El lo acogería, el lo abrazaría y le diría “feliz navidad”. Con la limpieza de fondo, con el acondicionado, con las luces preciosas, con la calidez de la madera fina, el arbol gigante, el Home Theater precioso y esa cocina de mármol que lo recibia de vez en cuando, con la nana de fondo sirviéndole un té. Solo subir por Plaza Italia y llegar al Condominio que quedaba cerca del estadio de la Catolica. Solo era subir calles y llegar. Solo era esperar en el camino el llamado al celular. Solo era sonreír. A el, nada le había pasado. Solo la vida le jugaba un mal rato.
Pablo decidió bajar feliz el edificio con la soltura que lo caracterizaba. Nada podía detener su tour feliz. Ya el rechazo había pasado, los sustos eran otros. Nada importaba. No había compromiso.
- Una de tantas perras que me puedo engrupir por Messenger – se dijo asi mismo.
En aquel instante bajo y camino frente al Parque Bustamante. La Telefónica, ese celular gigante, lo refugio entre sus barrotes. Las calles con nombres de curas, las iglesias escondidas, el Passapogga apagado en la calle del frente. Manuel Montt y sus restoranes. El Lider Vecino. La Cruz Verde. Los Cybercafes amarillentos que lo habían ayudado a ser feliz, a conectarse cuando en casa no habia conexión, ni plata para el pan.
Al pasar el edificio de la BBVA se encontró con un Mcdonalds. Solo le faltaban 150 pesos para el conito aliado, los cuales se lamento de no tener. Urgueteo en su mochila y solo encontro 20 pesos y un boleto escolar. La pena le embargo pero no evito su camino. Avanzo entre los Skaters, las vieja con bolsas saliendo de Almacenes Paris, la gente iba saliendo de sus trabajos mas temprano. Las micros se movian frente a el y se alejaban. Los niños tenian sonrisas pegadas. Los viejos pascueros sudaban en el tercer mundo.
Al llegar a la entrada a los Leones miro un teléfono publico y decidió darle el mejor uso: llamar a Papá y anunciar su llegada. Su celular había perdido todo monto. Pero iba camino al departamento comodo. A su casa de siempre.
Al meter la moneda marco los números. No le contestaron. Y tampoco le devolvieron la moneda. Un desastre.
Temblando decidio suspirar. Miro tiendas cafesosas donde vendian ropa interior y no encontró nada nuevo. Solo mujeres sonriendo. Vio un cine viejo donde emitian películas antiguas y sonrio. Un nuevo lugar para disfrutar el dinero y tener algo que contar en la Universidad. Asistía a una privada y estudiaba derecho. Pero no pescaba mucho, es mas, queria cambiarse lo antes posible. Queria mudarse a España. Queria dejar todo y emprender una aventura.
Cuando asustado se dio cuenta de no tener nada, penso en pedir. Aunque sea para la micro. Pero se miro en el reflejo de una vitrina de un minimarket y se dijo:
- pero no, mejor no. Si mi viejo supiera, me mata.
Vio el hotel Ritz y quiso quedarse alli. Era su lugar, era un elegido. Recordo videojuegos cuando lo observo. Quiso estar adentro. Descansar en sus salones. Siguió y observo como Sanhattan se elevaba a su lado. Volo con la mirada, todo era perfecto. Era un adelanto de una película de HBO con el como protagonista. Era la vida, era la muerte. No habia tiempo, no habia de que preocuparse. Era llegar donde papa y comer un delicioso pavo. De fondo estaba el Club De La Unión, sede El Golf. Sonrio al pensar que todo eso era suyo. Era solo ser feliz.
Cuando llego a la altura de escuela militar se sintio seguro y tranquilo. El Unimarc verde le indico donde estaba. Ya era eso de las 6 de la tarde del día de noche buena y decidio descansar en una plaza cercana. Observo desde ahí los colectivos cerca del metro. Escucho cantos de villancico de colegio caro. Se tiro al pasto y descanso un buen rato. Las pilas del Discman se iban agotando.
Todos los autos cruzaban su alrededor y se cuestiono no haber andado con el DVD de Alta Fidelidad en su bolso. Era su vida esa película. Aunque nada de eso habia sucedido nunca. En realidad, el basureaba a las chicas. Pero se consideraba un debil sensible. Amelie le habia encantado. Posteaba en foros de musica inglesa y se hacia famoso en el Under alternativo. Le hubiera gustado nacer en cualquier parte menos este paisucho. Amaba las fiestas electronicas. Era habitual de la Bondie. Como deseaba tener una tabla con Suchi cerca. Como tenia ganas de manejar el Audi de Papá. Necesitaba una inyeccion de gasolina. Necesitaba un poco de Beat, una dosis de pastillas, ese mundo prearmado. Esa felicidad de botella de Evian. El mundo es urbano. Su vida es la urbe. No tiene nada que hacer.
Cuando se levanto y continuo sus pasos la cordillera se veia blanca y perfecta. Topo las 8 en su celular cuando cruzo y llego al Apumanque. Miro a la gente fea esperando la micro frente al Lider. Nanas, guardias de seguridad, jardineros. Esa gente a la cual no saludaba cuando llegaba a casa. Todos morenos, todos transpirados por volver a casa. Se miro los zapatos. Era lindo, era educado, era el orgullo de mamá, tenia los gestos de Sergio Lagos y el cuerpo esbelto. Era tan especial para esa gente que no conoce a la gente especial. Su vocecita melosa, su triunfo sin luchar. Era un privilegiado. Era el privilegiado.
Cuando camino por entre las botillerías, ya era algo tarde y tenia un poco de frio. Solo deseaba llegar a la casa de su papá. Y le dieron las 9 de la noche. Le dolian los pies y andaba a paso lento. No se sentia bien. No recibio llamado alguno y comenzó a pensar que nadie lo queria. Que era un sobrante de una relación pasada. Que sus hermanastros eran mas queribles, y mas queridos. Todos los rollos del psiquiatra de un momento a otro se le vinieron encima y miro al suelo, triste. Se le cayo el mundo, se sintió destruido, acongojado y solo.Toda la belleza de su exterior era un pantano que se agrandaba exponencialmente adentro suyo. El desierto de Las Vegas se le vino a la cabeza sin saber por que.
De pronto, al mirar como regaba un vejete un jardin lujoso, se acerco y pidio agua y hora. Era tarde. Muy tarde. Y ya hacia frío. Creyó que todo iba a ser mas rapido. Pero el cansancio le iba ganando conforme avanzaba la hora. Y empezo a sentir alrededor el ambiente navideño, esa cosa de especial que llevaba en la sangre. Una navidad con Mickey, una navidad con Pablo. Quería al Oso Yogui cerca.
Cuando observo una casa de luces prendidas sonrió al darse cuenta del ambiente de hogar con el cual se conectaba. Se observaban Velas, comodidad, oración.
- Noche de paz, Noche de Amor… - Sonaba de fondo.
Buscaba alguna estrella que lo guiara en medio del frio que había caido. Cuando se dio cuenta que ya estaba mas cerca, el hambre se comia su estomago y tenia ganas de ir al baño. Observo la ultima botillería del camino y miro al dueño observaba un especial en la tele. Se metio al pasaje equivocado. Escuchó risas y llantos. Voces y rezos, altos y bajos. Retomo el camino al observar un servicentro color cromo. Los parques perfectos y el frio lo rodearon. Las casas de la gente bien iluminaron su sonrisa Pepsodent.
- Como me gusta la gente bien. La gente como uno, como la Francisca, como el René –
Pensó. Gente que se viste en Bennetton, el club de fanáticos de las camisas Zara. Tres viajes a Europa. Un paseo por Disney. Estudios en el extranjero. La gerencia del banco de Papá. La felicidad en lata. Respiro un poco de su olor a naftalina. Se pasó las manos por su perfecto cutis. Caminó 3 cuadras y encontro el edificio. Elevado y amarillo e iluminado por la estrella de David que en algún lugar del cielo estaba. Decidió ingresar. El hambre se lo comía. Abrio la puerta y se elevo por los pisos. Corria la medianoche y los aplausos, los gritos infantiles y los gracias lo rodeaban. El viejo pascuero habia llegado. Subio por una escalera de mármol. La calidez del hogar lo rellenaba por dentro. El amor rodeaba las paredes. Todos eran una familia. Esperaba encontrarse con el Home Theater, con su madrastra, sus medios hermanos y su padre. Sangre de su sangre. Hijo de su cuerpo. La esperanza, las luces. La Tranquilidad. La puerta.
- Papá, soy yo, tu hijo – gritó escuchando murmullos
El Nintendo, los discos pop, los regalos sin papel, los pequeños jugando en medio de la alegría. Pablo no encontraba respuestas en medio de la desesperación de no ser escuchado.
- Uds. Son los niños de mis ojos – dijo su padre, sin tenerlo cerca.
Siguió tocando e insistiendo, como si lo fueran a matar, pero sus golpes eran lejanos y cerrados. Imperceptibles en ese oasis de consumo color pastel.
-¡Papá, Fernanda, Antonia! – Elevó la voz desesperado, sin respuestas de por medio.
Nadie le abria y comenzo a haber frio. La pena lo rodeo. Su vida no era mas su vida. Descendio por donde ingresó y repleto de lamentos observo el pasillo de entrada. No era un hijo ni era nadie. Un miembro mas de la ciudad. Un mendigo, un niño rico. Sin afecto, sin abrazos, sin navidad. El milagro no llego y penso en las playas de viña. Deliro con una cama armada de pasto y hojas humedas. Durmió sobre su ilusión.
El llanto no le dejo abrir los ojos al otro día. No hubo milagro.
Solo una camisa Azulada que pasó a verde de rodar por las plantas tristes, perfectamente cortadas.
1 comment:
COPANO... AL PARECER NADIE SE DIO LA LATA DE LEER ESTE LAAAAAAARGO TEXTO, Y A DECIR VERDAD, YO TAMPOCO... PERO YA HABLANDO EN SERIO, YO HE ESTADO LEYENDOTE Y ESCUCHANDOTE POR AHÍ, Y CREO QUE ERES UNA INTERESANTE PERSONA, QUIEN SABE QUIZÁS HASTA LLEGUES A TENER TU PROPIO LATE SHOW... jajajaJCja (ES BROMA... SÓLO POR SI LO PENSASTE...)
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